Frases de Anatole France

Morir es tan sencillo y tan aceptable como nacer.

Afortunadamente, no tenemos por qué parecernos a nuestros retratos.

En todo lo que nos rodea y en todo lo que nos mueve debemos advertir que interviene en algo la casualidad.

Los autores de revoluciones no pueden sufrir que otros las hagan después de ellos.

La nada es un infinito que nos envuelve: venimos de allá y allá nos volveremos. La nada es un absurdo y una certeza; no se puede concebir, y, sin embargo, es.

Un diccionario es un universo en orden alfabético.

Llamamos peligrosos a los que poseen un espíritu contrario al nuestro, e inmorales a los que no profesan nuestra moral.

Prefiero los errores del entusiasmo a la indiferencia de la sabiduría.

Sabed sufrir: sabiendo sufrir, se sufre menos.

Es preciso elevarse con las alas del entusiasmo. Si se razona, no se volará jamás.

La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un futuro mejor.

Todos los cambios, aun los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía.

La vejez conduce a una tranquilidad indiferente que asegura la paz interior y exterior.

El porvenir es un lugar cómodo para colocar los sueños.

No perdamos nada del pasado. Sólo con el pasado se forma el porvenir.

El futuro está oculto detrás de los hombres que lo hacen.

La Ley, en su magnífica ecuanimidad, prohibe, tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan.

Gobernar siempre quiere decir hacer descontentos.

La moral descansa naturalmente en el sentimiento.

En la sociedad no todo se sabe, pero todo se dice.

El árbol de las leyes ha de podarse continuamente.

Cuando se alza un poder ilegítimo, para legitimarlo basta reconocerlo.

La moral es la regla de las costumbres. Y las costumbres son los hábitos. La moral es, pues, la regla de los hábitos.

Una necedad, aunque la repitan millones de bocas, no dejan de ser una necedad.

Los hombres mediocres, que no saben que hacer con su vida, suelen desear el tener otra vida más infinitamente larga.