Frases de Benjamin Franklin

El primer error que se comete en los negocios públicos es consagrarse a ellos.

Si los hombres son tan perversos teniendo religión, ¿cómo serían sin ella?.

La oxidación por falta de uso gasta mucho más las herramientas que el propio trabajo.

El que compra lo supérfluo, pronto tendrá que vender lo necesario.

Ninguna nación fue arruinada jamás por el comercio.

Quien quiera ver prosperar sus negocios, consulte a su mujer.

De aquel que opina que el dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar con fundamento que será capaz de hacer cualquier cosa por dinero.

Las leyes demasiado benignas rara vez son obedecidas; las demasiado severas, rara vez ejecutadas.

Nunca existió una buena guerra ni una mala paz.

Nada existe más dulce que la miel. Excepto el dinero.

Los hombres son criaturas muy raras: la mitad censura lo que practica; la otra mitad practica lo que censura; el resto siempre dice y hace lo que debe.

Aquellos que cederían la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad.

Donde mora la libertad, allí está mi patria.

La ociosidad camina con tanta lentitud, que todos los vicios la alcanzan.

La ociosidad, como el moho, desgasta mucho más rápidamente que el trabajo.

La pereza viaja tan despacio que la pobreza no tarda en alcanzarla.

La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.

Lo que empieza en cólera acaba en vergüenza.

La alegría es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro.

Sólo el hombre íntegro es capaz de confesar sus faltas y de reconocer sus errores.

La honradez reconocida es el más seguro de los juramentos.

Quien tiene paciencia, obtendrá lo que desea.

Cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde un barco.

El sabio consigue más ventajas por sus enemigos que el necio por sus amigos.

Las puertas de la sabiduría nunca están cerradas.