Frases de Blaise Pascal

El rey está rodeado de gentes que no piensan sino en divertirlo y en impedir que piense en sí mismo. Porque, por muy rey que sea, es desgraciado si piensa en ello.

Lo último que uno sabe es por donde empezar.

Poca cosa nos consuela porque poca cosa nos aflige.

¿Quién se siente desgraciado por no ser rey, sino un rey destronado?

La mayoría de los males les vienen a los hombres por no quedarse tranquilos en casa.

Es miserable saberse miserable, pero es ser grande reconocer que se es miserable.

La desgracia descubre al alma luces que la prosperidad no llega a percibir.

Para quienes no ansían sino ver, hay luz bastante; más para quienes tienen opuesta disposición, siempre hay bastante oscuridad.

Una de las principales enfermedades del hombre es su inquieta curiosidad por conocer lo que no puede llegar a saber.

Las cuerdas que amarran el respeto de unos por otros son, en general, cuerdas de necesidad.

Los hombres creen buscar sinceramente el reposo, y en realidad no buscan sino agitación.

El primer efecto del amor es inspirar un gran respeto; se siente veneración por quien se ama.

En las religiones es preciso ser sinceros; verdaderos paganos, verdaderos judíos, verdaderos cristianos.

¿Puede haber algo más ridículo que la pretensión de que un hombre tenga derecho a matarme porque habita al otro lado del agua y su príncipe tiene una querella con el mío aunque yo no la tenga con él?.

Dicen que el hábito es una segunda naturaleza. Quien sabe, empero, si la naturaleza no es primero un hábito.

Toda religión que no afirme que Dios está oculto, no es verdadera.

La moral es la ciencia por excelencia; es el arte de vivir bien y de ser dichoso.

No es bueno ser demasiado libre. No es bueno tener todo lo que uno quiere.

Sólo conviene la mediocridad. Esto lo ha establecido la pluralidad, y muerde a cualquiera que se escapa de ella por alguna parte.

Es sin duda un mal, estar lleno de defectos; pero es todavía un mal mayor estar lleno de ellos y no quererlo reconocer, porque es añadir todavía el de una ilusión voluntaria.

No vivimos nunca, sino que esperamos vivir; y disponiéndonos siempre a ser felices, es inevitable que no lo seamos nunca.

La felicidad es un artículo maravilloso: cuanto más se da, más le queda a uno.

Por muchas riquezas que el hombre posea y por grandes que sean la salud y las comodidades que disfrute, no se siente satisfecho si no cuenta con la estimación de los demás.

Estando siempre dispuestos a ser felices, es inevitable no serlo alguna vez.

He hecho esta carta más larga de lo usual porque no tengo tiempo para hacer una más corta.