Frases de Honore de Balzac

La gloria es un veneno que hay que tomar en pequeñas dosis.

La gente termina siempre por condenar a los que acusa.

El pudor es una virtud relativa, según se tengan veinte, treinta o cuarenta y cinco años.

No existe el hombre que haya podido descubrir el medio de dar un consejo de amigo a una mujer, ni siquiera a la suya.

Detrás de cada gran fortuna hay un delito.

En las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte.

El tiempo es el único capital de las personas que no tiene más que su inteligencia por fortuna.

El anciano es un hombre que ya ha comido y observa cómo comen los demás.

En las mujeres, el instinto equivale a la perspicacia de los grandes hombres.

La burocracia es una máquina gigantesca manejada por pigmeos.

Las leyes son como las telas de araña, a través de las cuales pasan libremente las moscas grandes y quedan enredadas las pequeñas.

Todo poder es una conspiración permanente.

No se es amigo de una mujer cuando se puede ser su amante.

La ignorancia es la madre de todos los crímenes.

Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir.

La mediocridad no se imita.

Ceder a un vicio cuesta más que mantener una familia.

La ingratitud proviene, tal vez, de la imposibilidad de pagar.

El glotón es el sujeto menos estimable de la gastronomía, porque ignora su principio elemental: ¡El arte sublime de masticar!

La resignación es un suicidio cotidiano.

Ser celoso es el colmo del egoísmo, es el amor propio en defecto, es la irritación de una falsa vanidad.

En la venganza el más débil es siempre más feroz.

Instruida, la virtud calcula tan bien como el vicio.

Un efecto esencial de la elegancia es ocultar sus medios.

Los seres más sensibles no son siempre los seres más sensatos.