Frases de Jean De La Bruyere

Sólo el motivo constituye el mérito de las acciones; y el desinterés les da la perfeccion.

Casi nadie repara por sí mismo en el mérito de otro.

Si la pobreza es la madre de los crímenes, la falta de espíritu es su padre.

Los modales corteses hacen que el hombre aparezca exteriormente tal como debería ser en su interior.

No existe para el hombre más que una verdadera desdicha: incurrir en falta y tener motivo de censura contra sí.

La mayoría de los hombres emplean la mitad de su vida en hacer miserable la otra.

En el mundo hay sólo dos maneras de triunfar: por la propia capacidad o por la imbecilidad ajena.

La mejor manera de hacer carrera es transmitir a los demás la impresión de que ayudarte sería para ellos de gran provecho.

El tiempo fortalece la amistad y debilita el amor.

Los niños no tienen pasado ni futuro, por eso gozan del presente, cosa que rara vez nos ocurre a nosotros.

Los que emplean mal su tiempo son los primeros en quejarse de su brevedad.

En la sociedad, el hombre sensato es el primero que cede siempre. Por eso, los más sabios son dirigidos por los más necios y extravagantes.

Cuando un pueblo se exalta es difícil calmarlo; pero cuando está tranquilo es difícil saber cuándo va a exaltarse.

No admitir corrección ni consejo sobre la propia obra es pedantería.

Los malvados son como las moscas que recorren el cuerpo de los hombres y sólo se detienen en sus llagas.

A veces, cuesta mucho más eliminar un sólo defecto que adquirir cien virtudes.

Hay una especie de vergüenza en ser feliz a la vista de ciertas miserias.

Con la perfidia de las mujeres se consigue curar los celos.

La envidia y el odio van siempre unidos, se fortalecen recíprocamente por el hecho de perseguir el mismo objeto.

Hay situaciones en la vida en que la verdad y la sencillez forman la mejor pareja.

La cortesía es conducirse de modo que los demás queden satisfechos de nosotros y de ellos mismos.

Es una enorme desgracia no tener talento para hablar bien, ni la sabiduría necesaria para cerrar la boca.

La virtud, no por estar de moda, deja de ser virtud.

Un alma grande está por encima de la injuria, de la injusticia y del dolor.

Cuanto más se acerca uno a los grandes hombres, más cuenta se da de que son hombres.