Frases de Mariano José de Larra

Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta.

Las circunstancias hacen a los hombres hábiles lo que ellos quieren ser, y pueden con los hombres débiles.

Para el elogio corre nuestra pluma rápidamente. Cuando se trata, empero, de vituperar, sólo a fuerza de horas podemos dar concluído a la prensa el artículo más conciso.

¡Bienaventurados los que no hablan; porque ellos se entienden!

Las circunstancias... palabras vacías de sentido con que trata el hombre de descargar en seres ideales la responsabilidad de sus desatinos.

Hay cosas que no tienen solución, y son las que más.

En este triste país, si a un zapatero se le antoja hacer una botella y le sale mal, después ya no le dejan hacer zapatos.

El público siente en masa y reunido de una manera muy distinta que cada uno de sus individuos en particular.

Generalmente, se puede asegurar que no hay nada más terrible en la sociedad que el trato de las personas que se sienten con alguna superioridad sobre sus semejantes.

¡Bienaventurado todo aquel a quien la mujer dice no quiero, porque ése, a lo menos, oye la verdad!

¿En dónde ve el pueblo español su principal peligro, el más inminente? En el poder dejado por una tolerancia mal entendida.

Ley implacable de la naturaleza: o devorar, o ser devorado. Pueblos e individuos, o víctimas o verdugos.

Y el gran lazo que sostiene a la sociedad es, por una incomprensible contradicción, aquello mismo que parecería destinado a disolverla; es decir, el egoísmo.

Un pueblo no es verdaderamente libre mientras que la libertad no esté arraigada en sus costumbres e identificada con ellas.

Muchas cosas me admiran en este mundo: esto prueba que mi alma debe pertenecer a la clase vulgar, al justo medio de las almas; sólo a las muy superiores, o a las muy estúpidas, les es dado no admirarse de nada.

Las teorías, las doctrinas, los sistemas se explican; los sentimientos se sienten.

El sentimiento es un flor delicada, manosearla es marchitarla.

Los amores más duraderos son aquellos en que uno de los dos amantes es extraordinariamente celoso.

La inteligencia ha sido en todos los tiempos la reina del mundo y ha vencido las preocupaciones.

La modestia no es otra cosa que el orgullo vestido de máscara.

El talento no ha de servir para saberlo y decirlo todo, sino para saber lo que se ha de decir de lo que se sabe.

En punto a amores tengo otra superstición: imagino que la mayor desgracia que a un hombre le puede suceder es que una mujer le diga que le quiere.

En el matrimonio es preciso contar con cualidades que resistan, que duren, y las grandes pasiones pasan pronto; al paso que una condición apacible en todos tiempos es buena.