Frases de Michel Eyquem de Montaigne

Saber mucho da ocasión de dudar más.

Toda persona honrada prefiere perder el honor antes que la conciencia.

Aunque pudiera hacerme temible, preferiría hacerme amable.

La confianza en la bondad ajena es testimonio no pequeño de la propia bondad.

La prueba más clara de la sabiduría es una alegría continua.

La belleza es una gran recomendación en el comercio humano, y no hay nadie que sea tan bárbaro o tan grosero que no se sienta herido por su dulzura.

El oro puede hacer mucho, pero la belleza más.

El signo más cierto de la sabiduría es la serenidad constante.

De todos los beneficios que nos reporta la virtud, uno de los más grandes es el desprecio a la muerte.

Es preciso prestarse a los otros, pero no darse sino a uno mismo.

A nadie le va mal durante mucho tiempo sin que él mismo tenga la culpa.

La conciencia hace que nos descubramos, que nos denunciemos o nos acusemos a nosotros mismos, y a falta de testigos declara contra nosotros.

La ciencia es un cetro en ciertas manos, al paso que en otras tan solo es un palitroque.

La muerte no os concierne ni vivo ni muerto: vivo, porque sois; muerto porque ya no sois.

Hay que vivir como se piensa, si no se acaba por pensar como se ha vivido.

Para vivir existen tres métodos: mendigar, robar o realizar algo.

El matrimonio es como una jaula; uno ve a los pájaros desesperados por entrar, y a los que están dentro igualmente desesperados por salir.

El mejor matrimonio sería aquel que reuniese a una mujer ciega con un marido sordo.

Nos ocupamos mucho de ser gentes de bien según la ley de Dios; no sabríamos serlo según nosotros mismos.

Cada virtud sólo necesita un hombre; pero la amistad necesita dos.