El verdadero amor es eterno, infinito, y siempre se desea. Es igual y puro, sin manifestaciones violentas: se ve blanco y es siempre joven en el corazón.
El amor no es sino el descubrimiento de nosotros mismos en otros, y el deleite en el reconocimiento.
Amar significa comprometerse sin garantías, entregarse por completo con la esperanza de que nuestro amor va a producir amor en la persona amada. El amor es un acto de fe, y el que tiene poca fe también tiene poco amor.
El amor es como una amistad que se incendió. En el comienzo de una llama, muy bonita, a menudo caliente y feroz, pero aún así luz única y vacilante. Como el amor crece, nuestros corazones maduros y nuestro amor se convierten en carbón, en el fondo la quema y nunca se apagará.
Vacía tu mente, se amorfo, moldeable, como el agua. Si pones agua en una taza se convierte en la taza. Si pones agua en una botella se convierte en la botella. Si la pones en una tetera se convierte en la tetera. El agua puede fluir o puede golpear. Sé agua amigo mío.
Yo creo que dos personas están conectadas en el corazón, y no importa lo que haces, o quién eres o dónde vives; no hay límites ni barreras si dos personas están destinadas a estar juntas.
Sabes que estás enamorado cuando no puedes conciliar el sueño porque la realidad es mejor que el último de tus sueños.
Mujeres gorditas que os ponéis camisetas ajustadas de "Hello Kitty" y el dibujo se deforma tanto que acaba pareciendo una de "kukuxumusu".
¡Vuelta al gimnasio! He estado casi una hora en la bici. Hasta que el entrenador me ha dicho: "¡Pedalea de una puta vez, gordo de mierda!"
El credo libertario descansa sobre un axioma central: de que ningún hombre o grupo de hombres puede tener el derecho de agredir a la persona o a la propiedad de cualquier otro. Esto puede ser llamado el axioma de la no agresión. Agresión es definida como la iniciación del uso, o la amenaza, de violencia física contra la persona o propiedad de cualquier otro. Agresión es consecuentemente sinónimo de invasión.
Una defensa del Estado sostiene que el hombre es un “animal social”, que debe vivir en sociedad, y que individualistas y libertarios creen en la existencia de “individuos atomizados” sin influenciar y sin guardar relación con sus semejantes. Pero no, los libertarios nunca han celebrado individuos aislados como los átomos, por el contrario, todos los libertarios han reconocido la necesidad y de las enormes ventajas de la vida en sociedad, y de participar en la división social del trabajo. La gran non sequitur cometido por los defensores del Estado, incluidos los filósofos aristotélicos y tomistas clásicos, es saltar de la necesidad de la sociedad a la necesidad del Estado.
Nuestra conclusión es que un mercado libre como el alabado por los utilitaristas, basado en el reconocimiento de todos los títulos de propiedad actualmente existentes, es nulo y éticamente nihilista.
La producción no tiene ningún sentido, excepto como un medio para el consumo. La inversión en bienes de capital no significa nada, a excepción de cuando es una necesaria estación intermedia en la ruta hacia más consumo.
En el mercado libre, cada cual gana según su valor productivo en satisfacer los deseos de los consumidores. Bajo la distribución estatista, cada uno gana en proporción a la cantidad que puede saquear a los productores.
El propio término “servicio público”… es uno absurdo. Todo bien es útil “para el público” y casi todo bien…puede ser considerado “necesario”. Cualquier designación de unas pocas industrias como “servicios públicos” es completamente arbitraria e injustificada.
El mercantilismo, el cual alcanzó su máximo en la Europa de los siglos diecisiete y dieciocho, era un sistema del estatismo que empleaba la falacia económica para construir una estructura de poder imperial, así como subsidios especiales y privilegios monopólicos para individuos o grupos favorecidos por el estado.
Sólo el Estado consigue sus ingresos mediante coacción, amenazando con graves castigos a quienes se nieguen a entregarle su parte. A esta coacción se la llama “impuestos”, aunque en épocas de lenguaje menos refinado se la conocía con el expresivo nombre de “tributos”. La contribución es, pura y simplemente, un robo, un robo a grande y colosal escala, que ni los más grandes y conocidos delincuentes pueden soñar en igualar. Es una apropiación coactiva de las propiedades de los moradores (o súbditos) del Estado.
El Estado es la única organización que obtiene sus ingresos, no a través de contribuciones voluntarias o el pago por servicios prestados, sino a través de la coerción. (…) el Estado obtiene su renta mediante el uso de la compulsión, es decir, la amenaza de la cárcel y la bayoneta.
Mi propia preferencia es por el tipo de instituciones económicas que se han llamado, creo que por Robert LeFevre, agóricas. Bajo las instituciones agóricas casi todo el mundo trabaja por cuenta propia. En lugar de la corporación existen grandes grupos de emprendedores relacionados por el comercio, no por la autoridad. Cada uno vende, no su tiempo, sino lo que su tiempo produce.
Creo que aunque hay ciertas tareas importantes que por motivos especiales son difíciles de realizar bajo instituciones estrictamente de propiedad privada, estas dificultades son teóricas, y pueden ser solucionables en la práctica. Sostengo que no hay ninguna función adecuada para el gobierno. En este sentido soy un anarquista. Todo lo que el gobierno hace puede ser clasificado en dos categorías: aquello que podemos suprimir hoy y aquello que esperamos poder suprimir mañana. La mayor parte de las funciones gubernamentales pertenecen al primer tipo.
En el estado socialista ideal, el poder no atraerá a maniáticos sedientos de poder. La gente que toma las decisiones no mostrará el más leve sesgo debido a sus propios intereses. No habrá forma de que un hombre inteligente manipule a las instituciones para servir a sus propios intereses. Y los ríos fluirán montaña arriba.
El uso directo de la fuerza física es una solución tan pobre al problema de los recursos limitados que normalmente sólo es empleado por niños pequeños y por las grandes naciones. La solución usual es que el uso de cada cosa debe ser decidido por una persona o por algún grupo de personas organizado bajo algún conjunto de reglas. Se llama a tales cosas la propiedad. Si cada cosa es controlada por un individuo que tiene el poder para transferir ese mando a cualquier otro individuo, nosotros lo llamamos la institución de la propiedad privada.
Puedo predecir que, si aparecieran instituciones anarcocapitalistas en este país el día de mañana, la heroína sería legal en Nueva York e ilegal en la mayoría de otros lugares.
La constitución no sólo no vincula a nadie ahora, sino que nunca vinculó a nadie. Todos aquellos que dicen actuar por su autoridad, están realmente actuando sin ninguna autoridad legítima en absoluto; en principios generales de Derecho y de razón, son meros usurpadores, y que todos tienen no sólo el derecho, sino que están moralmente obligados, a tratarlos como tales.
El papel de los intelectuales progresistas es servir como tejedores de complejas apologías para informar a las masas de que las cabezas del estado corporativista estadounidense gobierna por el “bien común” y el “bienestar general”, como el sacerdote del despotismo oriental que convencía a las masas de que su emperador era omnisciente y divino.
Ser tolerante no significa que comparta la creencia de otro. Pero sí significa que reconozco el derecho del otro a creer, y obedecer, a su propia consciencia.
Caen en la trampa de creer que el estado es también necesario para proteger a los indefensos, pobres y desvalidos (sean “pequeños” accionistas, consumidores de a pie, trabajadores, etc.) sin entender que las supuestas medidas de protección sistemáticamente tienen el efecto, como demuestra la teoría económica, de perjudicar en cada caso precisamente a aquellos a los que se dice proteger, por lo que desaparece también una de las más burdas y manidas justificaciones de la existencia del estado.
La unión, el ser incorpóreo, compuesto de personas reales, no es nada sino una ficción. No tiene ninguna realidad. Es una ficción adoptada simplemente para conseguir librarse de las consecuencias de algunos actos. Un acto de legislación no puede transformar a veinte personas reales en un ser incorpóreo.
No soy principalmente un paladín del capitalismo, sino del egoísmo; y no soy principalmente un paladín del egoísmo, sino de la razón. Si uno acepta la supremacía de la razón y la aplica consistentemente, todo el resto sigue.
Descarta los desahuciados harapos de ese vicio al que llamas virtud: la humildad – aprende a valorarte a ti mismo, que quiere decir: a luchar por tu felicidad – y cuando aprendas que el orgullo es la suma de todas las virtudes, aprenderás a vivir como un hombre.
El arte de escribir es el arte de hacer lo que crees que estás haciendo. No es tan fácil como parece. Implica una tarea muy difícil: la necesidad de pensar. E implica la necesidad de resolver tres problemas diferentes y muy complejos: ¿Qué es lo que quieres decir? ¿Cómo vas a decirlo? ¿Realmente lo has dicho? Es un frío proceso intelectual.
Auto-estima. El valor del auto-interés es que te estimas a ti mismo como un valor; que vives de acuerdo con tu naturaleza, lo que significa: por el criterio de tu propia mente, y respetas tu propia mente, respetas tu propia capacidad de hacer lo que está bien. Y por lo tanto estás respetando la posibilidad de ser una persona moral, virtuosa, y te consideras a ti mismo como un valor que vale la pena preservar.
Lo que Objetivismo te dirá es que la razón, la razón del hombre, es su instrumento básico de supervivencia. Esa es la facultad más importante que tiene, y tiene que guiar su vida y tomar sus decisiones por medio de SU facultad racional. Él tiene que tomar sus propias decisiones pero tiene que SABER cómo tomarlas. Es inmoral el actuar basado en sus emociones, dejarse guiar por el capricho del momento. Eso, Objetivismo lo considera muy malo, muy inmoral. Y la moralidad, de hecho, consiste en seguir tu razón hasta el punto de que seas capaz. Así que la racionalidad es la virtud básica, de la cual todas las otras proceden.