El logro de la felicidad es el único propósito moral de tu vida, y esta felicidad, no el dolor o la estúpida autocomplacencia, es la prueba de tu integridad moral, ya que es la prueba y el resultado de tu fidelidad en la consecución de tus valores.
Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.
La fidelidad de muchos hombres se basa en la pereza, la fidelidad de muchas mujeres en la costumbre.
La esperanza de una felicidad eterna e incomprensible en otro mundo, es cosa que también lleva consigo el placer constante.
El destino de los hombres está hecho de momentos felices, toda la vida los tiene, pero no de épocas felices.
Así como la desgracia hace discurrir más, la felicidad quita todo deseo de análisis; por eso es doblemente deseable.
No son las riquezas ni el esplendor, sino la tranquilidad y el trabajo, los que proporcionan la felicidad.
Nunca, en verdad, vacilé en la convicción de que la felicidad es la prueba de toda regla de conducta y el fin de la vida.
Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una.
La felicidad es un estado de ánimo que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada. Tal estado propicia paz interior, un enfoque del medio positivo, al mismo tiempo que estimula a conquistar nuevas metas. Es definida como una condición interna de satisfacción y alegría.