La Biblia enseña a amar a nuestros enemigos como si fueran nuestros amigos, posiblemente porque son los mismos.
Si las leyes fueran constituidas por los hombres, o por las sentencias de los jueces, serían derechos matar, robar, adulterar, etcétera.
Actuamos como si el lujo y la comodidad fueran lo más importante en la vida, cuando lo único que necesitamos para ser realmente felices es algo por lo cual entusiasmarnos.
Los más ilustrados de entre los griegos sostenían que la esclavitud era justificable siempre que los amos fueran griegos y los esclavos bárbaros, pero el caso opuesto era contrario a la naturaleza.