Una defensa del Estado sostiene que el hombre es un “animal social”, que debe vivir en sociedad, y que individualistas y libertarios creen en la existencia de “individuos atomizados” sin influenciar y sin guardar relación con sus semejantes. Pero no, los libertarios nunca han celebrado individuos aislados como los átomos, por el contrario, todos los libertarios han reconocido la necesidad y de las enormes ventajas de la vida en sociedad, y de participar en la división social del trabajo. La gran non sequitur cometido por los defensores del Estado, incluidos los filósofos aristotélicos y tomistas clásicos, es saltar de la necesidad de la sociedad a la necesidad del Estado.
La afirmación de los derechos humanos (en contraposición a los derechos de los animales) no es propiamente una razón emotiva nada más; los individuos poseen derechos, no porque “sintamos” que deberían, sino debido a una investigación de la naturaleza del hombre y del universo.
Para mí ser político es uno de los oficios más tristes del ser humano. Esto no lo digo contra ningún político en particular. Digo en general, que una persona que trate de hacerse popular a todos parece singularmente no tener vergüenza. El político en sí no me inspira ningún respeto. Como político.
Para mí la democracia es un abuso de la estadística. Y además no creo que tenga ningún valor. ¿Usted cree que para resolver un problema matemático o estético hay que consultar a la mayoría de la gente? Yo diría que no; entonces ¿por qué suponer que la mayoría de la gente entiende de política? La verdad es que no entienden, y se dejan embaucar por una secta de sinvergüenzas, que por lo general son los políticos nacionales.
Potencialmente, un gobierno es la amenaza más peligrosa para los derechos del hombre: tiene un monopolio legal sobre el uso de la fuerza física en contra de las víctimas legalmente desarmadas.
Los derechos individuales no están sujetos a una votación pública, la mayoría no tiene derecho a votar fuera de los derechos de una minoría; la función política de los derechos es precisamente la de proteger a las minorías de la opresión de las mayorías (y la más pequeña minoría en la Tierra es el individuo).
La "ayuda" del Gobierno a las empresas es tan desastrosa como la persecución del gobierno... la única manera de que un gobierno pueda estar al servicio de la prosperidad nacional es mantener sus manos fuera.
No hay nada que destruya más el respeto por el gobierno y la ley del país que aprobar leyes que no pueden ser forzadas.
Llámenlo destino o ironía, pero yo nací, entre todos los países de la Tierra, en el menos conveniente para una fanática del individualismo: Rusia.
No nos engañemos el poder no tolera más que las informaciones que le son útiles. Niega el derecho de información a los periódicos que revelan las miserias y las rebeliones.
El miedo de perder sus beneficios del gobierno los neutraliza eficazmente en lo atinente a su oposición al régimen de cuya aparente beneficencia dependen para elementos significativos de su ingreso real. Por supuesto, para cualquier cosa que votar pueda valer la pena, ellos votan directamente o indirectamente en proporción abrumadora por la continuación y la ampliación presupuestaria de los programas gubernamentales de los cuales dependen. Por lo tanto, ayudan a producir una aparente legitimidad de aquellos en la cima de la jerarquía gobernante—una muestra de su agradecimiento por las migajas que sus amos políticos arrojaron sobre ellos.
La actividad fundamental del Estado es el robo, aunque le dan otro nombre -impuestos-, bajo la excusa de que se trata de una obligación, inclusive moral.
En Chile ha ocurrido una gran revolución Liberal en lo económico... Que lo ha hecho un país próspero, libre y estable.
La política de un libro, es como un disparo en medio de un concierto, algo vulgar, y sin embargo, es algo que es imposible de ignorar.
La política es una rama de la moral que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por hombres libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva, es un quehacer ordenado al bien común.